SAN JUAN DE LA MAGUANA, RD
Por. Rubén Moreta Periodista y Profesor UASD
-Hoy los dominicanos/as viven totalmente encerrados en sus apartamentos o casas, y en sus vehículos se mueven con todas las puertas aseguradas y los cristales tintados. El apacible país donde las puertas de las casas pueblerinas se mantenían “abiertas de par en par” de día y de noche, quedó en el pasado.
En las carreteras ya no se le da una “bola” a nadie, por el temor a que ese que le esté pidiendo el favor de transportarlo gratuitamente en cualquier autopista o camino rural, sea un potencial agresor.
La socialización en el vecindario es escasa, incluso en la zona rural, donde los niveles de delincuencia también van en aumento. Atrás van quedando los entretenimientos nocturnos por temor a ser víctima de agresores en el lugar de esparcimiento o durante el retorno.
Los juegos barriales de domino ya son escasos y/o han recortado el horario en los barrios y campos. Las prácticas deportivas nocturnas cuasi se han extinguido y las iglesias han aminorado los cultos y misas nocturnas, debido a la inseguridad.
Muchas gentes no salen a caminar para ejercitarse en el barrio por temor a un asalto. Los pequeños comercios, para seguir operando, han tenido que instalar una red de hierro en el mostrador, recortar el horario de expendio, contratar un servicio de seguridad privada e instalar videocámaras.
La inseguridad ciudadana imperante en la República Dominicana no se trata de percepción, como algunos funcionarios del gobierno aducen. Las estadísticas de robos, asaltos, lesiones y muertes violentas de ciudadanos van en aumento en todo el país. Y nuevas variantes del delito se vienen presentando, como sicariato, secuestros, bandas de macro-narcotráfico, la utilización de menores de edad en asaltos y asesinatos, la participación de miembros o ex miembros de las Fuerzas Armadas en corporaciones mafiosas de comisión de delitos, entre otros.
¿Y cuáles son las causas de esta epidemia de violencia? En los últimos cincuenta años, la República Dominicana ha logrado un “milagroso” crecimiento macroeconómico, pero el mismo no ha tenido impacto social, porque las mayorías nacionales son las grandes excluidas de este medio siglo de bonanzas.
El modelo capitalista neoliberal, que promueve el consumismo, ha funcionado perfectamente para un segmento limitado de la alta y mediana burguesía. Pero las grandes mayorías del pueblo dominicano sucumben en la pobreza, excluidas del acceso a poder satisfacer sus necesidades básicas y de disfrutar del sueño del “progreso”.
El modelo consumista fija en el imaginario social, a través del marketing y la publicidad, unas expectativas de adquisición de bienes, lujo y confort. Para encarar esas necesidades –generalmente ficticias-, creadas por los nuevos “dioses del sistema” -el marketing y la publicidad- los jóvenes “jodidos” no tienen recursos. Los barrios citadinos están llenos de jóvenes que no estudian ni trabajan, pero necesitan ser parte de esa lógica de consumo, pautada por el modelo económico, por lo que muchos se ven compelidos a asaltar, robar, matar o dedicarse al narcomenudeo en los barrios.
Los jóvenes estigmatizados como “delincuentes” son elementos excluidos, marginados sociales, a los que la sociedad solo le ha dado un cuchillo, un machete, una pistola o un revólver para que “resuelva su vida” como puedan, y sean parte del frenesí consumista del modelo asimétrico vigente. Agreguemos los policías y militares, que con su bajo salario, y portando el arma de fuego que le ha dado el mismo Estado, son parte también del entramado de suciedad.
Mientras los ingresos y las riquezas nacionales no estén mejor distribuidos, las ideas de progreso y bienestar para los excluidos serán meras ficción, y por tanto seguiremos teniendo calles y barrios donde imperará el terror.
El autor es Profesor UASD.