Por: Rubén Moreta
Danilo Medina acaba de ser desalojado del Palacio Nacional. El economista y empresario Luis Abinader le sucede en el cargo público más importante de la nación: la Presidencia de la República.
Grandes expectativas existen en torno al nuevo mandatario que asciende al poder en un contexto de dificultades, resultado de la profunda crisis sanitaria que ha derivado una crisis económica sin precedentes.
Danilo Medina encabezó una era de gobierno caracterizada por una detentación absolutista del poder. Se convirtió en un caudillo político arrogante, embriagado de poder, con escasa comunicación con la sociedad y con perversas intenciones de perpetuarse en el mando público.
Danilo Medina debió ser atajado para que no consumara su plan de una reforma constitucional que pretendía perpetuarse un tercer período de gobierno. Una sólida movilización social liderada por Leonel Fernández y Luis Abinader impidieron imponer esa modificación al texto sustantivo.
El mandante dominicano y su anillo de poder, capsulados en una burbuja manejaron el país con arrogancia.
Danilo Medina y su grupo hegemónico se van del poder con una alta tasa de rechazo, bajo cuestionamientos y acusaciones de corrupción pública y enriquecimiento ilícito.
El futuro de Danilo Medina es incierto. Se anticipa que deberá dar brincos en tribunales judiciales, para explicar actuaciones turbias, a juicio de la sociedad, que delira por ver “cabezas guillotinadas”, como en la Francia post-revolucionaria. Ese circo, con Yeni Berenice en la procuraduría y su pasión mediática, en especial por redes digitales, está garantizado.
El exmandatario deberá explicar en la justicia, por ejemplo, sus nexos con la empresa Obebrecht, si recibió financiación irregular de esa empresa para su campaña política, explicitar el contrato para la ejecución de la termoeléctrica Punta Catalina, su relación con el asesor Joao Santana, quien salió del Palacio Nacional en 2016 a confinarse en una cárcel en Curitiba, Brasil, y quien él definió como “un asesor importantísimo” para su reelección en 2016. Solo ese chin de cosas.
A partir de ahora, la sociedad dominicana respira un nuevo aire. Se pone punto final a una era de poder absoluto en el ejercicio del poder político, donde la simulación, la prepotencia y el comportamiento omnímodo fueron derrotados.
El autor es Periodista.