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Baja calidad de la democracia en RD

Por Rubén Moreta
Al examinar el presente sociopolítico, hay que concluir que el modelo democrático dominicano es de muy baja calidad, porque, satisfactoriamente, el sistema solo proporciona libertad de palabra y derecho a elegir y ser elegido.  Simple democracia electoral.  
Fuera de esos elementos, los déficits democráticos son ostensibles, a pesar del discurso que pretende presentar a la República Dominicana como un paraíso democrático.  
Mientras en el país tengamos necesidades básicas insatisfechas no podemos hablar de plena democracia.  Si bien es cierto que en los últimos cincuenta años hemos logrado cambiarle la cara al país, evolucionando de aldeas rurales  a ciudades cosmopolitas, se trata de un espejismo, de una ilusión óptica, que oculta nuestras falencias.
Personalmente, estoy hastiado de escuchar o leer declaraciones del Gobernador del Banco Central Héctor Valdés Albizu santificando el crecimiento económico de la República Dominicana, que lo ubicó en el mes de abril de este año 2016 en un 10.1%. Que poesía.
En San Juan y en los demás pueblos del sur no se percibe esa bonanza o crecimiento, porque las siete provincias del suroeste viven en el marco de la más absoluta pobreza, medida y compendiada por el mismo gobierno en el atlas 2014.
Elías Piña, Pedernales, Bahoruco, Independencia, Barahona, Azua y San Juan no reciben las bondades de ese astronómico crecimiento macroeconómico que tanto pregona ese funcionario, porque al examinar la realidad social, aquí más del cuarenta por ciento de la población no recibe agua potable por acueducto; miles de casas aún tienen piso de tierra; la distribución de la tierra es asimétrica; el desempleo es lacerante; la agricultura y ganadería están disminuidas; las carreteras rurales están inservibles; la atención sanitaria es deficiente y el déficit habitacional es gigantesco.  Y entonces, ¿Dónde está ese maldito crecimiento?
Insisto, tenemos una democracia de baja calidad, aunque nos hayan cambiado las fachadas de los pueblos.  Es una falsa modernidad.

El autor es Profesor UASD.

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