Al concluir el año 2023, nos vemos inmersos en conflictos armados entre Rusia y Ucrania, así como entre Israel y Palestina. Estos enfrentamientos han dejado miles de pérdidas de vidas humanas, sembrando el dolor en innumerables familias. Además, nos enfrentamos a las crecientes repercusiones del cambio climático en todo el mundo, con extensas sequías, inundaciones y pérdidas considerables de la flora y fauna en diversos hábitats. La economía global muestra signos constantes de amenazas de declive, impactando nuestra cotidianidad y capacidad adquisitiva.
A este panorama se suman las decepciones y desafíos individuales, como la pérdida de seres queridos, enfermedades, desilusiones amorosas, fracasos y la falta de oportunidades. Estas preocupaciones, presentes en nuestro entorno, pueden generar estrés crónico y, con él, niveles intensos de ansiedad, tristeza, frustración e irritabilidad, impactando significativamente nuestra salud emocional y física y contribuyendo al aumento de la pérdida de calidad de vida, ocasionado por el complejo entramado de adversidades mencionado anteriormente.
Sin embargo, en medio de estas adversidades, surge una poderosa herramienta a nuestro alcance: el agradecimiento. Este concepto, incorporado en los protocolos de psicología positiva desde los años 90, juega un papel crucial en el aumento del bienestar. Aquellos que practican la gratitud reconocen el valor social o subjetivo de lo recibido, ya sea de seres cercanos, familiares, amigos, desconocidos o entidades espirituales como Dios, el universo o la propia vida. Martin Seligman, eminente psicólogo contemporáneo, destaca que expresar gratitud intensa puede provocar lágrimas de alegría y despertar en el individuo una profunda apreciación por la vida y satisfacción con el pasado.
Agradecer por las pequeñas pero significativas cosas cotidianas tienen un impacto positivo en nosotros. Valorar la risa de los miembros más jóvenes de nuestra familia, disfrutar del tiempo con amigos y compañeros de trabajo, apreciar los gestos afectuosos de nuestra pareja o reconocer la ayuda brindada a otros son actos que pueden transformar nuestra perspectiva. Entender que actividades tan cotidianas como comer junto a nuestros seres queridos, dormir en un lugar seguro, poder caminar o simplemente respirar y no sentir dolor ya es un regalo que nos viene dado. La lluvia, el sol, el viento… agradecer por la naturaleza que nos rodea, también es parte de este ejercicio.
Existen estrategias concretas con las cuales podemos incorporar la gratitud en nuestras vidas, y te invito a ponerlas en práctica. Escribir cartas de agradecimiento a quienes nos han beneficiado o a quienes apreciamos, contar las bendiciones diarias presentes en nuestro día a día, realizar actos de bondad hacia los demás, visualizar un futuro positivo y explorar nuevas formas de expresar gratitud mediante la psicoeducación son prácticas que, según la psicología basada en evidencia, no solo elevan el bienestar, sino que también reducen nuestro estrés, la ansiedad y la sintomatología depresiva.
Aunque ninguna persona está exenta de enfrentar situaciones negativas, es imperativo comprender que las pérdidas, los fracasos, la enfermedad y los rechazos son parte intrínseca de la experiencia humana, y es importante aprender a aceptarlos, reinterpretarlos y decidir vivir con ellos. Te insto a finalizar el año identificando las bendiciones presentes en nuestras vidas, reconociendo las cosas buenas que tenemos y comprendiendo que, incluso en medio de las adversidades, hay razones valiosas y válidas para mantener la esperanza y seguir adelante.