Por RUBÉN MORETA
EL AUTOR es Profesor de Sociología. Reside en Santo Domingo.
Las interrupciones energéticas son una gran vergüenza. Los apagones eléctricos son un elemento que retrata el espíritu rancio, conservador y medieval de quienes han dirigido el Estado en la contemporaneidad.
Mantener prolongados cortes del fluido eléctrico, por su ominoso efecto en la economía y en la vida social de los dominicanos, es indicativo del atraso y la miopía de quienes nos han dirigido en los últimos cincuenta años.
Para paliar los apagones, desde la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE) se inventaron un procedimiento injusto, ilegitimo y carente de equidad: los circuitos privilegiados de 24 horas de energía. Pero estos tampoco funcionan hoy.
A través de una poderosísima campaña propagandística se nos hizo creer que esos circuitos eran la panacea. En realidad, con los circuitos “24 horas” hemos legitimado una vía de exclusión social, de inequidad, un mecanismo abusivo y repugnante de privilegio a un segmento de la sociedad en perjuicio de otros –la mayoría-.
¿Cómo se grafica este abuso? Simple: a los que viven en el centro de las ciudades y los alrededores, a esos la CDEEE les da luz eléctrica 24 horas al día, los 365 días del año, y a los pobres, a los “hijos de machepa”, a los “jodidos” les dan apagones entre seis, doce y hasta dieciocho horas.
Es un “apartheid eléctrico” el que se ha sido instaurado en nuestra República. Es un modelo que da ventajas del usufructo de un servicio público a un determinado segmento socioeconómico. Pero nos olvidamos que el suministro eléctrico taxativamente es considerado como un derecho de las personas.
Con el mantenimiento de los circuitos privilegiados con 24 horas de energía eléctrica, estamos echando en el zafacón esa definición adoptada en la Constitución del 2010, de que la “Republica Dominicana es un Estado Social y Democrático de Derechos”.
Si analizamos la composición social de las ciudades, veríamos que la mayoría de los pobladores urbanos no reciben electricidad, porque viven en los barrios pobres, donde funciona el esquema de racionamiento eléctrico.
Ese ejercicio se puede hacer en el Distrito Nacional, el Gran Santo Domingo y en todas las ciudades del país, donde hay la misma realidad de ineficiencia energética. Y la zona rural, igual que los barrios pobres, sufren la misma tanda abusiva de apagones eléctricos, que hoy resultan insoportables.
En el caso de comunidades productoras de energía eléctrica por disponer de varias hidroeléctricas, como es el caso de la provincia de San Juan, no deberían producirse interrupciones eléctricas, porque son productores de electricidad a través de las hidroeléctricas de Sabaneta, Sabana yegua, Domingo Rodríguez en Punta Caña y Palomino en Bohechio.
El actual sistema de privilegios en el suministro eléctrico, constituye un apartheid eléctrico. Es tiempo de que el gobierno asuma plenamente el control del servicio, declararlo en emergencia y aplicar un plan que dé solución a esta vergonzosa crisis.