El Museo del Hombre de París, en el Palacio de Chaillot El Trocadero, fue inaugurado en 1937 como museo etnológico, donde se expuso material africano, asiático y caribeño entre otros. Precisamente las esculturas antiguas africanas inspiraron a Pablo Picasso para desarrollar su etapa cubista.
José Antonio Caro vivió en Europa, incluyendo Francia, entre 1929 y 1934 año en que se graduó de arquitecto, por lo que estuvo allí en los días en que se estaba construyendo el Museo del Hombre.
En 1973, hace 50 años, se inauguró el Museo del Hombre Dominicano. A Joaquín Balaguer se le convenció de que replicara lo que se hizo en Washington con el Smithsonian Institution estableciendo en nuestra Plaza de la Cultura un teatro, un museo de historia natural, un museo de historia nacional, una galería de arte, una biblioteca y un Museo del Hombre el cual recibió ese nombre probablemente por sugerencia de un Caro Álvarez quien había sido testigo del establecimiento del primer museo con ese nombre en París.
Pero el Museo del Hombre Dominicano, al igual que el de París, inicialmente se concentró en ser un museo arqueológico exhibiendo la colección taína del viejo Museo Nacional que había estado ubicado en el Centro de los Héroes al cual se le añadió la colección de Emile de Boyrie Moya, pionero de la arqueología dominicana.
En enero de 1978 falleció Caro Álvarez y quien les habla le propuso a Balaguer sustituirlo de forma honorífica. Quedaba casi vacío todo un cuarto piso del edificio para la parte etnológica. Para conformar el contenido de la museografía de esa parte etnológica formé un equipo conformado por Marcio Veloz Maggiolo, Carlos Dobal, Rubén Silié, Carlos Esteban Deive, Frank Moya Pons y José del Castillo.
Les pedí a cada uno que preparara un trabajo sobre el impacto actual de la cultura taína, de la cultura española y de la africana, así como todo el proceso de mestizaje y surgimiento del criollo y la cultura dominicana. Esos aportes conformaron el libro “Ensayos sobre cultura dominicana”, que luego también fue publicado en inglés.
En la nueva museografía no solo aparecen las palabras taínas que se incorporaron al español y otras lenguas, sino las prácticas agrícolas que permanecen como herencia taína. De España heredamos por supuesto, la lengua y la religiosidad y las ruinas “venerandas” que están en nuestra ciudad capital.
De los africanos heredamos no solo comida, sino también importantes aportes a nuestra música. En ese piso aparecieron vitrinas sobre religiosidad popular, incluyendo un altar de vodú, el bohío dominicano, nuestra música y la forma de vida del campesino, así como las diferentes expresiones de nuestro carnaval. Faltó el impacto de la diáspora sobre nuestra cultura.
Finalmente, hicimos un cambio importante a la entrada del museo. En vez de una estatua única de Enriquillo, que luego sería trasladada para ser ubicada frente a la Sierra de Bahoruco, se colocaron tres nuevas estatuas, de tres personas defensoras de los derechos humanos, un indígena, Enriquillo; otro africano, Lemba y otro español, el Padre Las Casas. Fue una forma de enfatizar las tres principales ramas de nuestra cultura y explicar que también era un museo de etnología.
Durante los cuatro años y medio en que me desempeñé como director del Museo del Hombre dominicano logré cinco exposiciones temporales importantes: los cemíes de madera taínos del Museo Británico, caretas de carnaval dominicanas, santos de palos, los ex votos del Tesoro de la Virgen de la Altagracia y una exposición del Museo del Oro de Colombia.
Entre los ocho libros que se publicaron destacan los que no tienen que ver con la arqueología; la religiosidad de afrodescendientes en la zona de Villa Mella, “Vodú y magia” de Carlos Esteban Deive, el “Almanaque folklórico” de Iván Domínguez, José del Castillo y Dagoberto Tejeda y “El indio, el negro y la vida tradicional dominicana” de Carlos Esteban Deive.
Durante mi gestión tuvo lugar el Primer Congreso Arqueológico Caribeño que se celebró en Santo Domingo. Conté con un equipo de investigación de primer orden que incluyó a Marcio Veloz Maggiolo, Elpidio Ortega, Manuel García Arévalo, Renato Rímoli, María Luisa Valdez, Julia Tavares, el Dr. Morbán Laucer, Luis Fortuna, Carlos Esteban Deive, Dagoberto Tejeda, Martha Ellen Davies y Dato Pagán Perdomo, entre otros.
En más de una ocasión he sugerido que se modifique el nombre de nuestro museo, no solo porque “Museo del Hombre” en términos modernos perpetúa un prejuicio de género, sino porque tal vez lo correcto sería llamarle “Museo de la Dominicanidad”. Otros han sugerido que lleve el nombre genérico, común en muchos países “Museo Dominicano de Arqueología y Etnografía”.
Asistimos al 50 aniversario de la apertura de nuestro museo cuando este está precisamente cerrado. Eso es trágico y esperamos que pronto pueda abrir de nuevo.