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La evolución humana


Por Rubén Moreta

Una asignatura pendiente del “modelo” educativo dominicano es derribar el dogmatismo religioso, que mantiene atrapado nuestro sistema educativo en el medioevo, sin enseñar críticamente temas fundamentales, como la evolución humana.  
En las escuelas de nuestro país, se persiste en enseñar la perspectiva creacionista.  Un absurdo.  La evolución humana es un fenómeno incontrovertible, rigurosamente explicado desde el punto de vista de la Antropología y la Biología.  Persistir en el enfoque de superstición religiosa, resta calidad al proceso de enseñanza en Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza y disminuye la competitividad de nuestros estudiantes en esta temática, cuando se les compara con pares de otros países.
La evolución humana no fue un hecho lineal.  Fueron las migraciones las que esparcieron a los homínidos por diferentes latitudes, configurando cambios y adaptaciones fisiológicas, anatómicas y neurológicas, que incluso hoy no terminan. 
Desde hacen dos millones de años hasta aproximadamente  diez mil años atrás, el planeta fue huésped al mismo tiempo de varias especies humanas.  La especie actual, el Homo Sapiens, se ubicó en el sudeste asiático hacen sesenta mil años, en Europa hacen treinta y cinco mil años y en América hacen quince mil años.
En nuestros salones de clase, por el predominio de los dogmas cristianos, no se enfatiza que hacen trescientos mil años los seres humanos comenzaron a utilizar cotidianamente el fuego, el cual se conoce desde hacen ochocientos mil años.  
La “domesticación” del fuego produjo  cambios importantes en la alimentación humana a través de la cocción de los alimentos.  Igualmente, el fuego fue un valioso mecanismo de  defensa de los homínidos contra fieras, permitió aumentar del horario laboral, proveyó luz y calor, contribuyó  con la intercomunicación con los vecinos a través de señales de humo.  Asimismo, el fuego coadyuvó con la protección de los homínidos de temperaturas gélidas.
El Profesor Yuval Noah Harari sobre el dominio humano del fuego señala que “..lo mejor que hizo el fuego fue cocinar.  Alimentos que los humanos no pueden digerir en su forma natural (como  el trigo, el arroz y las patatas) se convirtieron en elementos esenciales de nuestra dieta gracias a la cocción.  El juego no solo cambió la química de los alimentos, cambió asimismo su biología.  La cocción mataba gérmenes y parásitos que infestaban los alimentos.  A los humanos también les resultaba más fácil masticar y digerir antiguos platos favoritos como frutas, nueces, insectos y carroña si estaban cocinados.  Mientras que los chimpancés invierten cinco horas diarias en masticar alimentos crudos, una única hora basta para la gente que come alimentos cocinados”.
Y agrega que “El advenimiento de la cocción permitió que los humanos comieran más tipos de alimentos, que  dedicaran menos tiempo a comer, y que se las ingeniaron con dientes más pequeños y un intestino más corto.  Algunos expertos creen que hay una relación directa entre el advenimiento de la cocción, el acortamiento del tracto intestinal humano y el crecimiento del cerebro humano.  Puesto que tanto un intestino largo como un cerebro grande son extraordinarios consumidores de energía, es difícil tener ambas cosas.  Al acortar el intestino y reducir su consumo de energía, la cocción abrió accidentalmente el camino para el enorme cerebro de neandertales y sapiens”.
En resumen, la evolución humana no se puede explicar a partir de la superstición religiosa.  La domesticación del fuego constituyó un salto cualitativo en el proceso de evolución humana.  
Una asignatura pendiente de la escuela nacional es derribar el dogmatismo religioso, que mantiene atrapado nuestro sistema educativo en el medioevo, sin enseñar criticamente estos temas.
El autor es Profesor UASD.

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